La Palabra me dice
La escena tiene lugar inmediatamente después de la Transfiguración, cuando supuestamente los discípulos, que habrían sido ya informados por el trío de testigos de lo acontecido, estaban o tendrían que estar fuertes en la fe.
Jesús vuelve a su ministerio en medio de la gente y aparece un padre intercediendo por su hijo enfermo. El padre da un detalle significativo: el hijo es “epiléptico”, será la primera y única vez que se designa con nombre preciso una enfermedad en Marcos.
Esta no aparece designada como tal, aunque sí sus síntomas, en los otros evangelios sinópticos. Y el padre hace mención de que los discípulos no han podido sanarlo. La reacción de Jesús es brusca y talante. Se refiere a la incredulidad de esa generación, pero en la cual los discípulos, como quedará claro al final, son los principales incrédulos.
El evangelista presenta luego la enfermedad como obra del demonio, al cual Jesús increpa para que el muchacho quede sano. Son frecuentes los exorcismos en el Evangelio de Marcos, como así también toda enfermedad está vinculada a problemas malignos y hostiles.
Pero el hecho apunta, sobre todo, a mostrar la falta de fe de los discípulos que ya había sido destacada antes (Mc 6, 30; 8, 26). Ellos no pudieron expulsar al demonio precisamente por ese motivo. Por eso su impotencia para luchar contra el mal quedó manifiesta.
En cambio, la fe, aunque sea del tamaño de una pequeña semilla, todo lo puede. Nada le resulta imposible. Recordemos la parábola del sembrador, donde ella dará un fruto maravilloso. Y Jesús utiliza una hipérbole para indicarla, que ya tiene antecedentes en el Antiguo Testamento, donde se dice que “los montes brincarán como carneros, las colinas como corderos” (Sal 114, 4). En realidad, una alusión a lo acontecido al Sinaí como manifestación de la potencia de Dios.
Sólo la fe incondicional tiene poder para liberar, sanar y salvar. Y nosotros muchas veces damos por supuesta nuestra fe. Pero, ¡cuántas veces está lejos de la fe evangélica y por eso nos volvemos impotentes y estériles! Aunque no nos demos cuenta. Y eso es mucho peor.
Hay mucha gente sencilla que verdaderamente cree y es la que sostiene la fe de la Iglesia. El cardenal Suenens oraba: “Señor, dame la fe de mi madre, que nunca estudió teología”.
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