Colegio Don Bosco Iquique

Lunes, 10 Agosto 2020

Evangelio martes 11 de agosto 2020.

La Palabra dice

Mt. 18, 1-5. 10. 12-14 – “Cuidado con despreciar”.

En aquel tiempo los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el reino de Dios?” Él llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si no se convierten y se hacen como los niños, no entrarán en el reino de Dios. Quien se humille como este niño, es el más grande en el reino de Dios. Y el que reciba a uno de estos niños en atención a mí, a mí me recibe.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños. Pues les digo que sus ángeles en el cielo contemplan continuamente el rostro de mi Padre del cielo. ¿Qué les parece? Supongamos que un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una: ¿no dejará las noventa y nueve en la ladera para ir a buscar la extraviada? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve no extraviadas. Del mismo modo, su Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”.

La Palabra me dice

En este Evangelio se recogen tres sentencias o enseñanzas de Jesús, unidas por un hilo conductor: los pequeños.

En el primer caso son los niños, a quienes Jesús pone como los “modelos” del Reino, justamente a  ellos, que no representaban nada en la sociedad judía. Él mismo se identifica con ellos, de modo que para entrar en el Reino, hay que ser como ellos.

El segundo caso se refiere a la actitud hacia los pequeños. Si alguien los desprecia, desprecia al mismo Jesús.

En el tercer caso, la parábola de la oveja perdida, está referida a los pecadores, porque el Padre “no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”.

Dado el anhelo de grandeza que hay en el ser humano, aún detrás de las mejores disposiciones, estas sentencias contradicen directamente las aspiraciones más espontáneas de muchísima gente; en realidad, de todos nosotros.

Hasta el ideal de santidad puede estar contaminado de grandeza: ser grande a los ojos de Dios. Pero Él no mira ni exalta a los grandes, sino a los pequeños y a los pecadores.

Santa Teresita del Niño Jesús lo entendió bien, igual que el hermano San Francisco y Santa Clara, a quien hoy celebramos, quien nos invita a vernos en el espejo de Jesús. Él fue un niño, nacido en el abandono y pobreza de un pesebre. Y él es condenado por blasfemos y subversivo y colgado en la cruz al lado de malhechores.

Alguien ha escrito “el niño, que estaba en la imposibilidad de cumplir la ley, es el pariente más pobre del pecador, al cual en sí le sería posible observar la ley”.

Pero hacernos niños y estar con los pecadores son cosas verdaderamente muy difíciles. Generalmente, los creyentes que nos creemos cumplidores de la Ley con frecuencia nos alejamos de ellos, los condenamos o despreciamos. Y todavía hacemos actos de reparación por ellos.

Jesús, en cambio, nos invitó a ser como niños y acoger a los pecadores.

Podemos preguntarnos a  cuántos niños de la calle estamos promoviendo y ayudando, a cuántos presos visitamos, a cuántos vecinos antipáticos o de “mala fama” tratamos como hermanos. Y qué capacidad tenemos de aprender de los pobres y humildes, que muchas veces nos dan verdaderas lecciones de bondad y solidaridad.

Con corazón salesiano

Madre Mazzarello, en su condición de mujer, campesina y analfabeta, fue un alma pobre y pequeña, que supo mirar a los pobres (las niñas de su tiempo) compadecerse de ellas, acogerlas y sentirlas muy cerca de su corazón. Como Don Bosco fue al encuentro de jóvenes encarcelados  o extraviados para ofrecerles lo mejor, Main se dirigió a las niñas pobres e ignorantes de su pequeño pueblo y de las cuales nadie se ocupaba. Supo descubrir en ellas el tesoro que guardaban en su corazón manso y sereno. Pero ella misma, sintiéndose débil y pequeña, puso toda su confianza en Dios y luego en Don Pestarino y Don Bosco, quienes supieron orientarla y animarla para que el Espíritu Santo llevara adelante su obra en ella.

A la Palabra, le digo

Señor Jesús, te damos gracias porque supiste mirar con cariño a los pequeños, a los niños, a los que no contaban, a los pecadores. Porque Tú mismo te hiciste como ellos. Porque trajiste el mensaje del Padre para que ninguno se pierda. Tú nos animas hoy a tener la misma actitud. A acercarnos con la ternura de Tu corazón a todos los que el mundo desprecia. Porque Tú estás en el despreciado y humillado. Pero Tú nos invitas también y sobre todo a considerarnos siempre como uno de ellos. Porque nosotros mismos, los creyentes, curas, monjas o laicos comprometidos, también somos pequeños y pecadores. De este modo, siendo pequeños, podemos entrar por la puerta estrecha que conduce a Tu Reino.

 

Link: https://www.youtube.com/watch?v=a3judee97hA

Fuente: donbosco.arg/or/youtube/google.
 

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