Colegio Don Bosco Iquique

Martes, 11 Agosto 2020

Evangelio miércoles 12 de agosto 2020.

La Palabra dice

Mt. 18, 15-20 – “Has salvado a tu hermano”

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano".

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les aseguro, además, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos".

La Palabra me dice

Vivimos en tiempos de vínculos débiles. Pero si no cuentan los de la carne y sangre, y a veces tampoco los de la simpatía o amistad, el evangelio de hoy nos invita a construir la fraternidad de la fe.

Porque, como ya hemos citado, Jesús acaba de decir justo antes, que “el Padre del Cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños”.

Y entonces todos debemos sentirnos responsables los unos de los otros. Hay que reconocer que cuesta decirle a un hermano prójimo que debe corregir algo en su vida. Nos falta clarividencia, valentía o sinceridad. No es algo que nos nazca espontáneamente. La bronca, la reacción a veces brusca o gélida, o incluso el insulto, eso sí. Pero corregir en la caridad, buscar el momento oportuno, discernirlo con otro hermano, hacer el proceso del que nos habla el evangelio... eso nos cuesta increíblemente. 

Y el hermano lo necesita, lo necesitamos todos, aunque a veces puedan no aceptarlo de buen grado o buscar mecanismos de defensa y adecuadas excusas, para lo cual somos muy ingeniosos.

Claro que la corrección fraterna presupone una cierta comunión, una comunidad. Y eso es lo que, muchas veces falta en nuestras parroquias anónimas o en nuestros colegios “de excelencia profesional”.

Pero precisamente porque la corrección evangélica no es obra de la carne ni de la sangre, necesitamos pedir incesantemente el Espíritu de Jesús. Por eso, Jesús nos invita a juntarnos, dos o más, para pedir al Espíritu que nos ayude a construir la verdadera fraternidad, que no es obra de hombres traicioneros, o pusilánimes. Una fraternidad donde la corrección también sea deseada, no sólo como un don del otro, sino como un don de Dios.

Porque todos somos deudores insolventes, pero Él ha pagado nuestras deudas para que podamos regalarnos el uno al otro la felicitación y la corrección. Esto vale también para la dimensión eclesial. Es misión de la autoridad invocar al Espíritu para estimular y corregir. Pero también la autoridad puede y a veces necesita ser corregida: nuestros curas, párrocos, superioras, obispos, dirigentes laicales. Todos tenemos que pedir al Espíritu la valentía y el discernimiento para la corrección y la humildad para recibirla.

Con corazón salesiano

En las pocas páginas destinadas al sistema preventivo, Don Bosco insiste en el aspecto positivo de la asistencia y la prevención. De todos modos, también se refiere a la corrección e incluso al castigo como medio educativo.

Al referirse a este tema, escribe: “el alumno avisado según este sistema no queda avergonzado por las faltas cometidas, como acaecen cuando se las refiere el superior. No se enfada por la corrección que le hacen ni por el castigo que le amenazan o que tal vez le imponen, porque este va siempre acompañado de un aviso amistoso y preventivo que lo hace razonable, y termina ordinariamente de tal manera el corazón, que él mismo comprende la necesidad del castigo y casi lo desea”.

Las notas semanales con la conversación correspondiente que se daban en un tiempo a los alumnos aseguraban el estímulo y la corrección, y eran una ayuda para que estos pudieran seguir desarrollando su personalidad y explotando sus talentos.

A la Palabra, le digo

Señor Jesús, cuántas veces tuviste que corregir a los apóstoles y discípulos porque no te entendían. Y cuántas otras veces, parecían entender al revés tus enseñanzas y la predicación del Reino. Sin embargo, a pesar de su dureza de corazón, de su falta de inteligencia, de sus traiciones, negaciones y cobardías, no los rechazaste. No te cansaste de corregirlos y de prometerles tu Espíritu que les ayudaría a entender lo que en ese momento no entendían. Has que nosotros en tu Iglesia podamos corregir y ser corregidos, sin sentirnos por ello heridos o maltratados.  Has que sepamos corregir para que todos puedan crecer. Y ser corregidos, para crecer también nosotros.

Link canción: https://www.youtube.com/watch?v=o_eShKtVdYE

Fuente: donbosco.arg/or/yotube/google.

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