Colegio Don Bosco Iquique

Miércoles, 19 Agosto 2020

Evangelio jueves 20 de agosto 2020.

La Palabra dice

Mt. 22, 1-14 – “A todos los que encuentren”

Jesús siguió hablándoles por medio de parábolas: "Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un rey preparaba las bodas de su hijo, por lo que mandó a sus servidores a llamar a los invitados a la fiesta. Pero éstos no quisieron venir. De nuevo envió a otros servidores, con orden de decir a los invitados: "He preparado un banquete, ya hice matar terneras y otros animales gordos y todo está a punto. Vengan, pues, a la fiesta de la boda". Pero ellos no hicieron caso, sino que se fueron, unos a sus campos y otros a sus negocios. Los demás tomaron a los servidores del rey, los maltrataron y los mataron. El rey se enojó y envió a sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos e incendiaron su ciudad. Después dijo a sus servidores: "El banquete de bodas sigue esperando, pero los que habían sido invitados no eran dignos. Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a la fiesta a todos los que encuentren". 

Los servidores salieron inmediatamente a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, de modo que la sala se llenó de invitados. Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vió un hombre que no se había puesto el traje de fiesta. Le dijo: "Amigo, ¿cómo es que has entrado sin traje de bodas?" El hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a sus servidores: "Átenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de fuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes. Sepan que muchos son llamados, pero pocos son elegidos".

La Palabra me dice

Jesús está hablando a la multitud y contando una serie de parábolas. Ahora cuenta la del banquete de bodas. No hay nada más universal que el amor, por el cual los seres humanos se unen y comparten la vida. El verdadero amor es para siempre.

Por eso, se celebra cuando alguien se casa. Cuando la escritura quiere expresar el amor profundo e indisoluble de Dios a la humanidad utiliza la metáfora de las bodas. En esta parábola resulta evidente que el esposo, el Hijo del Rey, quiere desposarse con la humanidad.

Pero, para eso, para este acontecimiento incomparable, quiere invitar a todos. Seis veces aparece en el texto la palabra “invitado”. Los primeros invitados son los miembros del Pueblo de Dios, que no quisieron ir. Ponen distintas excusas: sus campos, sus negocios, su interés por encima de todo. Por eso, hasta llegar a matar a los mensajeros de la invitación.

Entonces manda a los sirvientes a salir a los caminos y a invitar a cuantos encuentren, malos y buenos. Esto es lo que el Padre quiere, que todos sin excepción participen del banquete de bodas, de ese gran banquete mesiánico anunciado por los profetas. No solamente los “buenos”: todos están invitados.

En la segunda parte de la parábola (11-14), el rey observa que hay un invitado sin el traje apropiado y lo echa del banquete. 

Aunque son muchos, son todos los hombres quienes son invitados, pocos pueden convertirse en elegidos. Porque hay muchos que prefieren seguir su propio camino, participando de la boda, sin saber o creer en lo que hacen.

La boda, como ya dijimos, es la gran metáfora del amor de Dios a los hombres. Él sigue buscando, llamando, invitando. No quiere que ninguno se pierda. Manda los mensajeros de la Iglesia a los cruces de los caminos y hasta los últimos confines. Pero no obliga a nadie. Y como el Reino es una fiesta, nos invita a participar con lo mejor que tenemos y somos. Con el traje de fiesta.

Con corazón salesiano

Para Don Bosco era fundamental invitar a todos a su oratorio, pero especialmente a los últimos, a los que estaban a los cruces de los caminos o tirados en la calle. Pero los motivaba a estar siempre con el traje de fiesta, con la vida de gracia. A purificarse constantemente para poder gozar del banquete de la Eucaristía, signo del gran banquete del Reino. Por eso también se esforzó en crear un ambiente de gracia y alegría, donde todos contribuyeran a la fiesta, donde todos se ayudaran a ser mejores y a responder con gratitud a los dones recibidos. Cuando alguien se resistía irreversiblemente a esta propuesta, no tenía lugar en el oratorio.

A la Palabra, le digo

Padre amado, te damos gracias por el gran banquete con el que quieres celebrar las bodas de tu Hijo con la Humanidad. Él es el esposo fiel, rechazado por el pueblo elegido, pero a cuyas bodas siguen siendo invitados una multitud de gentiles y paganos que están lejos. Que no nos pase a nosotros lo que les pasó a los judíos. Que por estar demasiado cerca, no te dimos importancia o no nos dimos cuenta de esa invitación maravillosa. Padre amado, tú que eres el Rey, haz que todos podamos compartir la mesa de tu Hijo, el banquete nupcial, en el cual nos quieres reunir a todos. Que nadie rechace tu invitación y que podamos ser siempre los mensajeros gozosos que llevan tu buena noticia hasta los más alejados.

Link canción: https://www.youtube.com/watch?v=4wy3c6LuiIo

Fuente: donbosco.arg/or/youtube/google.

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