Colegio Don Bosco Iquique

Sábado, 22 Agosto 2020

Evangelio domingo 23 de agosto 2020.

La Palabra dice

Mt. 16, 13-20 – “¿Quién dicen que soy?”.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas". Él les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

La Palabra me dice

Jesús era andariego, aún sin los medios de locomoción que ahora tenemos. En esta ocasión lo encontramos en Cesarea, bien al norte, prácticamente en territorios paganos.

Acaba de alertar a sus discípulos que se cuiden de la vieja levadura: de la doctrina de fariseos y saduceos, porque sus discípulos están llamados a ser la nueva levadura del Reino.

A continuación, en el Evangelio de hoy, quiere cerciorarse de que efectivamente los discípulos lo han entendido. Y ven en Él al nuevo pan que se ofrece al mundo.

Por eso los somete a un “interrogatorio”, al mismo tiempo cordial y decisivo. Primero quiere informarse sobre cuáles son los rumores que corren sobre su persona: ¿qué es lo que la gente va diciendo? En efecto, Él ya es muy conocido, por sus signos, enseñanzas y su ministerio itinerante.

Y van llegando las respuestas: la gente, en general, lo asocia e identifica con los profetas: 

-Jeremías, el profeta perseguido y anunciador de las gracias y desgracias de Israel.

- Elías, el profeta tal vez más popular, que habiendo sido arrebatado en un carro de fuego, se decía que volvería a completar su misión;

- Juan el Bautista, el profeta más próximo a Jesús que el pueblo había conocido que predicaba y realizaba el bautismo de conversión; el que anunció también el tiempo mesiánico del Cordero.

Los tres tienen en común que han sido perseguidos, injustamente acusados por los poderosos. Y que, de una u otra manera, las promesas de Dios se cumplirían cuando llegara el verdadero profeta, “alguien que es más que un profeta”.

El pueblo parecía intuir al menos algo del misterio de Jesús. Pero la pregunta va ahora a los discípulos, como una flecha que apunta directamente al blanco: ¿quién soy yo para ustedes? El “soy yo” parece inducir ya una respuesta. Pero Simón Pedro responde inmediatamente, como mejor no hubiera podido responder nadie. Él, un rústico pescador, se muestra en su respuesta “doctor de la ley”.

Pero en realidad no es él, no es la carne y la sangre quien le ha revelado, sino el Padre, el único que conoce verdaderamente al Hijo.

A Pedro le ha sido conferida la bienaventuranza del misterio del Hijo-Mesias. Por eso, Jesús lo pondrá como roca de su Iglesia, porque la confesión del “Hijo de Dios vivo”, el Dios que anunciaron los profetas, es el fundamento de la comunidad de los creyentes.

La Iglesia deberá seguir confesando a lo largo de los siglos que Jesús, el crucificado-resucitado es el Mesías, y que tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarlo.

Por este motivo, Pedro recibe las Llaves del Reino, símbolo de un poder “nuevo”, que de algún modo prolongará o hará presente el poder de Jesús a través de su Espíritu. El poder hoy no tiene  buena prensa, porque muchas veces se ha corrompido y desconfigurado: Jesús insistirá a sus discípulos sobre un “poder nuevo”. Es el poder del servicio y del amor. Porque no hay poder más fuerte, más incisivo y más incorrupto que este.

Sólo el poder que es amor tiene una fuerza que ata y desata los nudos más difíciles y rompe las cadenas más gruesas. Pedro será quien deberá velar para que se siga testimoniando que Jesús está vivo y que el amor del Dios Uno y Trino ha salvado al mundo.

¿Somos dóciles al Espíritu que nos impulsa a seguir cumpliendo esta misión?

Con corazón salesiano

Don Bosco entendió su misión entre los jóvenes precisamente como una catequesis que los llevara a una fe viva, ferviente y verdadera. A “confesar” con la vida y con las obras que Jesús está vivo y que sólo Él da sentido a una vida.

Cuando se encontraba con un muchacho, aunque no lo conociera, se esforzaba siempre por llegar a un punto de la conversación donde fuera posible el anuncio. Si el tiempo de la conversación no daba, lo invitaba al Oratorio. También motivaba a sus chicos para que, con frecuencia, además de la Eucaristía visitaran a menudo a Jesús Sacramentado. Y luego escribía o les ofrecía buenas lecturas para profundizar su relación de amistad con Él.

A la Palabra, le digo

Señor Jesús, te damos gracias por el don de tu Espíritu. Te damos gracias porque Él inspiró a Pedro para que te confesara como Mesías e Hijo de Dios. Te damos gracias porque sigues infundiendo ese Espíritu en toda la Iglesia, para que todos los cristianos doblemos la rodilla y confesemos con nuestra lengua: “Jesús es el Señor”.
 

Link canción: https://www.youtube.com/watch?v=ZYFzPkANmXk

Fuente: donbosco.org/ar/youtube/google.

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