Colegio Don Bosco Iquique

Viernes, 11 Septiembre 2020

Evangelio día sábado 12 de septiembre 2020.

La Palabra dice

Lc. 6, 43-49 – “¿Por qué me llaman ‘Señor’?”

Jesús decía a sus discípulos:

“No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.

El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca.

¿Por qué ustedes me llaman: ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.

En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande”.

La Palabra me dice

María es auténtica como Jesús. Hoy celebramos su nombre: María, la auténtica, la siempre buena, la siempre madre, de Dios y, por voluntad de Jesús, nuestra. Con ella, como telón de fondo, una palabra sobre nosotros. “¿Por qué me llaman ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que digo?” A veces porque somos hipócritas y buscamos quedar bien incluso cuando hablamos con el mismo Dios; otras veces, por incoherentes, por humanos, por imperfectos. Quizá hasta creemos ser sinceros, no buscamos engañar a nadie y menos a Dios, pero la debilidad propia del ser humano nos lleva a la incoherencia. Jesús busca que no nos quedemos en meras palabras, sino que lo que él dice lo hagamos vida, práctica y conducta. 

Las palabras, por buenas que sean, sólo son palabras a las que cada uno puede dar el valor que crea oportuno. Pero cuando las palabras se convierten en gestos, todo es distinto; cuando los principios se hacen conducta y forma de actuar son mucho más creíbles; y cuando las ideas se hacen vida, la credibilidad de la persona es otra. Jesús nos insta a que seamos prudentes a la hora de construir nuestra casa, nuestra personalidad. 

Todo es importante, pero lo decisivo no son los adornos sino la seguridad. Él pone el ejemplo de construir sobre roca o sobre arena, por más bella que sea la construcción. Para nosotros, la roca es él, Cristo; lo demás puede estar bien, conectado con la roca; de lo contrario, tenemos derecho y obligación de dudar de su seguridad. María es nuestro modelo, cuya fiesta celebramos. María y su corazón, siempre limpio y abierto a albergar cuando oía a su Hijo, lo entendiera o no. Bastaba que fuera de su Hijo. Y, luego, de aquel corazón salieron y siguen saliendo los mejores gestos, los mejores consejos, las mejores recomendaciones maternales.

Con corazón salesiano

María está presente siempre en nuestra historia como salesianos. Siempre se nos ha dicho que cuando entramos a una casa salesiana estamos protegidos bajo el manto de la Auxiliadora. La conocemos bajo muchos nombres: de Luján, de Itatí… pero nosotros la recordamos como Auxiliadora. Creemos que María está presente entre nosotros y continúa su misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos. Nos confiamos a Ella, humilde sierva en la que el Señor hizo obras grandes para ser, entre los jóvenes, testigos del amor inagotable de su Hijo (Constituciones Salesianas, 8). 

Guiado por María, que fue su maestra, Don Bosco vivió, en el trato con los jóvenes del primer oratorio, una experiencia espiritual y educativa que llamó “Sistema Preventivo”. Para él era un amor que se dona gratuitamente, inspirándose en la caridad de Dios, que precede a toda criatura con su providencia, la acompaña con su presencia y la salva dando su propia vida (Constituciones Salesianas, 20). 

A la Palabra, le digo

Doy gracias a nuestro Señor y Dios, que nos ha dado para nuestro bien este nombre tan dulce, tan amable y poderoso. Señora, no me contento con sólo pronunciar tu nombre; quiero que tu amor me recuerde que debo llamarte a cada instante; y que pueda exclamar con San Anselmo: “¡Oh nombre de la Madre de Dios, tú eres el amor mío!

Link canción: https://www.youtube.com/watch?v=guvcXbkKpUE

 

Fuente: donbosco.arg/or/youtube/google.

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