Colegio Don Bosco Iquique

Miércoles, 04 Noviembre 2020

Evangelio jueves 5 de noviembre 2020.

La Palabra dice

Lc. 15, 1-10 – “La oveja perdida”

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo, pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’.


Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.
Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido’.


Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

La Palabra me dice

El texto que leemos hoy nos regala una pincelada muy bonita de las claves del reino presente en el evangelio de Lucas: la alegría de un Dios misericordioso. 

Frente a perspectivas que invitan a la mirada indignada y resentida hacia los otros, miradas desde los hombros, miradas desde seguridades morales, religiosas y  políticas;  miradas desde el “saber hacer”, desde el verdadero ser, desde las posturas correctas, Jesús ofrece una respuesta a modo de cuento, que no es tan cuento. Frente a la murmuración indignada de los fariseos y escribas, que le cuestionan con quién se sienta a la mesa, Jesús saca a relucir la llave de la misericordia de Dios por medio de estas parábolas. 

No será con el gesto adusto y señalando con el dedo como aquél que se ha apartado de la comunidad recuperará su lugar en ella. ¿Qué actitudes de la comunidad lo habrán (nos habrán) llevado a buscar otras praderas, otros verdeos? ¿Qué búsquedas personales no podían ser contenidas en el territorio que transita el rebaño? ¿Cómo podría la experiencia comunitaria dar lugar a quienes se plantean buscar más allá del territorio conocido? ¿Y si por descuido hemos perdido una parte valiosa de la misma? ¿Será que debemos encender nuevas lámparas que nos ayuden a descubrir el brillo que hay en todos?

Todos somos ese discípulo creyente y pecador. Parte del rebaño,  pero también llamados por las praderas abiertas y a rodar por ciertos rincones oscuros. Pero a todos nos enciende la luz de la iniciativa de Dios que nos busca. Como lo hace la mujer, sin importarle manchar sus rodillas recordándonos nuestro brillo, nuestro valor. O como el pastor que sin temor a las espinas, rosetas y abrojos nos carga sobre sus hombros. A la  alegría de Dios ya no le importa mancharse o lastimarse al sabernos nuevamente junto a él. 

Con corazón salesiano

En los años del Convitto Eclesiastico, durante sus primeros años de sacerdote, Don Bosco advertía con dolor que las estructuras parroquiales tradicionales eran incapaces de contener y responder a la situación de los jóvenes empobrecidos de Turín. 
Fueron muchos quienes lo criticaban de apartar a los jóvenes de sus parroquias, frente a lo que Don Bosco respondía: “Los jóvenes que yo reúno no conocen ni al párroco ni a la parroquia [...] la mayor parte ha sido abandonado por sus parientes (y están perdidos) en la ciudad, o han venido a la ciudad (como emigrantes) en busca de un trabajo que no encuentran [...] muchos de ellos son mayores de edad, entre los 18, 20 y aún 25 años de edad, y completamente ignorantes en religión. ¿Quién podría convencerlos de que fueran a mezclarse con los niños de ocho o diez años, mucho más instruidos que ellos?" (MO, 109; MBe II, 195). 
Sus opciones concretas frente al contexto que le tocó vivir hicieron posible que muchos jóvenes encontrarán en el oratorio el valor que la sociedad de su tiempo amenazó con ocultar.

A la Palabra, le digo

Quiero vivir con audacia, con coraje, salir al encuentro sin temor a ensuciarme. Sé con certeza que tu amor me encuentra, tu amor me salva, me recuerda mi brillo, me hace parte, me alcanza en mis extravíos.

Link canción:

https://www.youtube.com/watch?v=jCpRY-XjVg0

 

 

Fuente: donbosco.arg.or/youtube/google.

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