Colegio Don Bosco Iquique

Lunes, 30 Noviembre 2020

Evangelio martes 1 de diciembre 2020.

La Palabra dice

Lc. 10, 21-24 - “Así te pareció bien”

Al regresar los setenta y dos discípulos de su misión, Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:
“¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

 

La Palabra me dice

Los discípulos vuelven exultantes de su primera experiencia de envío, cuando el espíritu pone en labios de Jesús una alabanza estremecida: ¡Te doy gracias Padre! Ya no queda lugar para la duda: la revelación de Dios no ocurre según nuestras lógicas autosuficientes. Los doctores y letrados, los sabios y entendidos de su tiempo, sabían demasiado de la ley de Moisés. Tanto como para pensar que ya lo sabían todo. Fueron los sencillos quienes pudieron ver con sus ojos limpios a Jesús y vislumbrar el Reino en la paradoja de las bienaventuranzas. Fueron ellos quienes reconocieron en Él al Hijo del Dios vivo y entendieron su proyecto de una nueva humanidad.

Dios elige a los pequeños y pobres para hacerlos partícipes de sus secretos. A ellos les da lo más suyo, porque los sabe capaces de recibir el don así como se les da. Porque los sencillos creen y se fían, son los “íntimos de Dios”. Jesús alaba a su Padre por esto, porque en sus planes quiso que sus misterios puedan entrar en lo más simple.

El sueño de fraternidad de Jesús tiene un comienzo casi invisible para los centros del poder y del saber, pero nace libre en el corazón de los pequeños, de lo inadvertido e insignificante. Desde allí su espíritu enciende el fuego de la fe que no se deja vencer por las contradicciones de la historia; la atracción que sigue avivándonos hoy, después de tantos siglos. Habrá siempre un puñado de “pequeños” elegidos, que empujen la historia hacia la realización del sueño del Reino de Dios, apostando la propia vida con tal de ser uno de ellos.

Con corazón salesiano

Los espacios del Refugio quedaban chicos y las fuerzas para llegar a los más de doscientos muchachos que acudían al Oratorio, resultaban insuficientes. Un día, ya cansado, el incondicional padre Borel, trazó el límite: “Es imposible continuar así; hay que buscar un lugar más apropiado”. Y comenzó la búsqueda. Fueron primero al encuentro del arzobispo Fransoni, que los entendió de inmediato: “Adelante, pues. Los bendigo y bendigo su proyecto.” Llegaron luego hasta la Marquesa Barolo, que les concedió generosamente dos amplios locales del Refugio. 
Don Bosco vivía todas estas cosas como acontecimientos de la Providencia: éste era el sitio que Dios elegía para que el nuevo Oratorio tuviera su capilla. Las Memorias del Oratorio concluyen esta página con una sensible evocación de la esperada bendición: “Yo presidí aquella función llorando de consuelo, pues me parecía que se iba consolidando ya la obra del Oratorio.” Un canto de gratitud y alabanza en labios de Don Bosco, por las cosas que Dios hacía en la vida del Oratorio, revelándose en “complicidades” y mediaciones concretas, a favor de los jóvenes más abandonados y en peligro que le habían robado el corazón.

A la Palabra, le digo

En medio de lo que hoy me preocupa y amenaza, acepto tu invitación a la confianza. Porque reconocerte aquí presente despierta mi esperanza y fortalece el corazón cansado. Ninguna contradicción puede robarme esta alegría de verte caminar entre nosotros, Dios humilde, mostrándote a tus pequeños, eligiéndolos, reservándoles la revelación de todos tus misterios. “Sí, Padre, porque así lo has querido”. Gracias, porque haces estas cosas grandes con el puñado de nuestras pobrezas, y porque son ellas, y nuestra sincera pequeñez, las que nos hacen dignos de advertir el Reino y esta nueva humanidad que por él nos alcanza. No quiero otra cosa que apostar en esto la vida entera.

Link canción:

https://www.youtube.com/watch?v=2L1JJC5MXxU

 

Fuente: donbosco.arg.or/youtube/google.

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