La Palabra me dice

La imagen del “yugo” en el evangelio se aplica a la Ley, que, tal como la imponían los fariseos, era ciertamente un peso insoportable. Sin embargo para ellos no había otro absoluto. Los cansados y agobiados eran los que intentaban cumplirla y vivían fracasando en el intento. Más de seiscientos preceptos y cinco mil prescripciones. De esas conciencias atormentadas por la culpa abusaban los letrados para oprimirlos, en nombre de Dios. Jesús libera al hombre de estas cargas. El suyo es un mensaje de liberación y de descanso. No propone una religión menos exigente, una vida sin esfuerzo, ni ignora las dificultades de la existencia. Deja en claro que lo que malogra una vida es el esfuerzo que no conduce a ninguna plenitud.

Así como el ave necesita cierto peso en sus alas para desplegar su vuelo, la “carga” que propone Jesús ofrece a los hombres todas las posibilidades de ser más humanos. Propone una manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la vivió. Esa vida profunda que puede dar sentido a la existencia. Todo lo que nos lleve a esa plenitud, será liviano y ligero. Reconciliarse con la vida, hacer la paz en el corazón, reencontrarnos con lo mejor de nuestra propia humanidad. Así de liberador es el anuncio de Jesús. Él ya nos ha dicho que la meta está en la vida y la alcanza quien elige hacer suya la ley del amor. Ahí hallamos el descanso y la libertad para ser plenamente nosotros mismos, en la gozosa experiencia del amor.

Con corazón salesiano

La Madre Mazzarello, en sus Cartas a las Hermanas, con notable insistencia se refiere a esa “carga” que Jesús ofrece, no como yugo sino como posibilidad de plenitud para el corazón humano. Y lo advierte con certeza: el camino de la vida espiritual no es voluntarismo a ultranza, ni puro esfuerzo. “Jesús debe ser toda nuestra fuerza. Con Jesús la carga se hace ligera, las fatigas suaves, las espinas se convierten en dulzuras...” Casi un eco de los Evangelios de Juan y Mateo: “Sin mí no pueden hacer nada, pero conmigo producirán mucho fruto”, “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Pero es preciso vivir alertas y hacer propia la ley del Amor. Vencer cada día la tentación del egoísmo que “todo lo hace insufrible.” Si no lo intentamos así, escribía, “todo se hace pesado, insoportable y el mal resurgirá como las pústulas en nuestro corazón.”

Infundía valor en esta lucha, alentaba a cada paso a no desanimarse nunca ante las dificultades: “Digan siempre: Jesús ha de ser nuestra fortaleza” y con Él la carga se hará ligera y liberadora. El secreto es no apartarse de Él ni del camino que conduce a la vida, aunque debamos recomenzar cada día.

A la Palabra, le digo

Descansen en mí, sus agobios y temores
descansen en mí, yo aliviaré sus dolores
tomen sobre ustedes mi carga que es ligera
sean pequeños y humildes, confíen, es llevadera
confíen en mí, en mí… es llevadera

Descansen en mí, cuanto hiere su paz 
descansen en mí, tengan calma, no teman
caminaré con ustedes las tormentas
descansen en mí, en mí, con el alma abierta
descansen en mí, en mí… con el alma abierta

Descansen en mí el afán de cada día,
descansen en mí todo lo que los paraliza
cada pena, cada pérdida, cada injusticia
la vida empieza en lo pequeño, en la semilla
descansen en mí, confíen, Yo soy la Vida.

Salomé Arricibita

Link canción:

https://www.youtube.com/watch?v=NCmgmHqNWz0

Fuente: donbosco.arg.or/youtube/google.