Colegio Don Bosco Iquique

Domingo, 13 Diciembre 2020

Evangelio lunes 14 de diciembre 2020.

La Palabra dice

Mt. 21, 23-27 - “¿Con qué autoridad?”.

Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”
Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?”
Ellos se hacían este razonamiento: “Si respondemos: ‘Del cielo’, Él nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’ Y si decimos: ‘De los hombres’, debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta”.
Por eso respondieron a Jesús: “No sabemos”.
Él, por su parte, les respondió: “Entonces Yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto”.

 

La Palabra me dice

Se acercan sus adversarios y una vez más el evangelio nos muestra a Jesús interrogado por la autoridad religiosa. Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo parecieran tener a cargo una investigación. Estamos ante un nuevo episodio de persecución organizada, que busca comprometer al que parece acreditarse a sí mismo la condición de Mesías. 

El poder para enseñar oficialmente en Israel dependía de un largo aprendizaje que habilitara al candidato a recibir de un rabí ese poder, por la imposición de manos. Si no procedía de esta cadena, su enseñanza no sería lícita y caería sobre su doctrina una forzosa sospecha. Desde esa concepción le exigen a Jesús dar cuenta de la autoridad con que viene haciendo las cosas. Pero Él les plantea una disyuntiva, responde con una pregunta, como condición para contestarles: ¿de dónde viene el bautismo de Juan? Si ellos respondían “del cielo”, eran responsables de no haber oído al profeta y de no reconocer a quien él preparaba los caminos. Si decían “de los hombres”, temían una posible reacción violenta del pueblo, por lo que el Bautista representaba para ellos. Entonces, se protegieron a sí mismos y prefirieron callar. Tampoco Jesús les respondió; entendió que no era a ellos a quienes debía rendir cuentas.

Porque Jesús no se afirma sobre ninguna otra autoridad que no provenga de su propia experiencia de Hijo. Ni la que procede del rabino, ni la que viene de un profeta, ni siquiera en la autoridad de la Torá o las Escrituras. Enseña y obra como quien es capaz de conocer por sí mismo la voz de su Padre. 

Con corazón salesiano

A la vista de todos, Don Bosco lo consigue todo de sus muchachos. Él mismo lo afirma sin vueltas: “Verdaderamente la obediencia y el afecto de mis chicos llegaba a la locura”. Una realidad tan prometedora tuvo una contracara dolorosa. Su poder de convocatoria y adhesión de centenares de jóvenes inquietó sobremanera al jefe del “orden público”, que no cesó en amenazas a Don Bosco. 

Las Memorias del Oratorio describen muy bien el conflicto: “… esto dio ocasión a nuevas habladurías de que Don Bosco podía en cualquier momento desencadenar una revolución con sus muchachos. Tan ridícula afirmación volvió a encontrar eco en las autoridades locales. El Marqués de Cavour me hizo llamar al palacio municipal y, hablándome largamente acerca de lo que se sospechaba de mi persona, acabó por decirme: (…) Tengo información exacta acerca de lo que ustedes hacen cuando se reúnen, por tanto no puedo tolerarlas por más tiempo”. 

Rápidamente se esparció la noticia sobre las dificultades que atravesaba Don Bosco y sus propios amigos comenzaron a pedirle que abandonara la obra en la que parecía inútil insistir. Otros atribuyeron esta resistencia a renunciar a su sueño de Oratorio, a que estaba enloqueciendo. El teólogo Borel, cuenta Don Bosco, llegó a llorar mientras se lo confesaba: “¡Pobre dDn Bosco, está perdiendo la cabeza! Me tomó de la mano. La besó, dejándome solo en mi habitación”. 

Don Bosco avanzó, porque conocía la voz de Dios y a ella obedecía.

A la Palabra, le digo

¡No me mandes callar! No puedo obedecerte.
Diré que eres de todos, siempre el mismo,
que tu amor no depende de nosotros,
que nos amas igual, aunque no amemos.
Que eres voz que llama siempre a cada puerta,
con nombre exacto, inconfundible.
Que no pides nada, das y esperas el tiempo que haga falta;
que no fuerzas los ritmos de los hombres,
que no cansas, no te cansas,
y que tu amor es nuevo cada día.
Diré muchas más cosas: 
que basta con mirarte en cualquier sitio,
porque todos son tuyos, para ser otra cosa;
simplemente para ser persona.

Ignacio Iglesias, sj, 
Llamada

Link canción:

 https://www.youtube.com/watch?v=iBB8BnUAd2w

Fuente: donbosco.arg.or/youtube/google

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