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Viernes, 18 Diciembre 2020

Evangelio sábado 19 de diciembre 2020.

La Palabra dice

Lc. 1, 5-25 - “Convertirá a muchos”.

En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada.
Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: “No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”.
Pero Zacarías dijo al Ángel: “¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada”.
El Ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo”.
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. Él se expresaba por señas, porque se había quedado mudo.
Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: “Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres”.

La Palabra me dice

Juan es el último de una larga historia bíblica de hijos de mujeres que llegan ser madres a pesar de su esterilidad o de su avanzada edad. Dios insiste en preferir a quienes no cuentan para nada ni para nadie. Hacia Isabel dirige su gratuita elección, una mujer humillada por su infecundidad. Donde menos se piensa, Dios se manifiesta. Hasta su esposo Zacarías, un piadoso sacerdote, se sorprende ante lo extraordinario y duda del poder de Dios para realizar la ilusión de toda su vida. Pide garantías y queda mudo hasta el nacimiento de su hijo. Las cosas de Dios no se comprenden de una sola vez…

Juan será reconocido por el mismo Jesús como el más grande nacido de mujer en su condición de mensajero, enviado a preparar el camino. Pertenece al tiempo de la espera. Fue capaz de suscitar un fuerte movimiento popular que arrastró multitudes al inhóspito desierto, pero no cedió a la tentación de atribuirse importancia alguna. Sabía que debía disminuir para que surgiera el Mesías. Juan conoció en su misión la alegría perfecta. Fue un testigo y preparó el corazón del hombre para discernir los tiempos nuevos, presentes en Jesús el Nazareno. Su voz era el llamamiento que desde siglos desgarraba a la humanidad: la conversión a la verdad y la justicia. Nada pudo contra esta pasión innegociable que le costó la vida, en manos del oscuro Herodes. La práctica del amor liberador que Juan anuncia hace a la identidad del discípulo y del Reino, a través de todos los tiempos. Convertirse será siempre optar por esta honestidad insobornable de Juan.

Con corazón salesiano

El marqués d’ Azeglio pretendía que el Oratorio participara en las manifestaciones públicas que bajo el nombre de "fiestas nacionales" difundían en las calles el espíritu nacionalista. Desfilaban multitudinariamente cantando himnos a la unidad italiana. A pesar de la negativa de Don Bosco, les habían asignado un puesto en la plaza Vittorio, donde se ubicarían también otras instituciones. Don Bosco se pregunta: “¿Qué hacer? Si no participábamos podía yo aparecer como enemigo de Italia; si condescendíamos sería visto como partidario de principios que, a mi modo de ver, traerían funestas consecuencias. Así que le dije:
- Señor marqués; esta familia por la que le respondo, conformada por muchachos recogidos de la ciudad, no es de suyo un ente moral. Qué ridículo sería que me vieran disponer de ella cuando depende sólo de la beneficencia de la ciudadanía.
- Precisamente. Eso le ganaría la opinión pública y por tanto aumentarán las ayudas. El municipio, y yo mismo, seremos más generosos con usted.”
El marqués insistía sin escrúpulos, hasta que finalmente interroga a Don Bosco respecto a su posición frente a los intereses del estado. Él responde insobornable: 
“- Hacer el bien que pueda a los jóvenes de los que nadie se cuida y tratar de que se hagan buenos cristianos en su vida personal y ciudadanos honrados en la sociedad civil.
- Usted anda equivocado. Siga por ese camino y se va a quedar solo, sin cómo llevar adelante su obra”. Así cerró el marqués. No hubo más relación entre ellos. Y también lo abandonaron otros. 

A la Palabra, le digo

Quiero allanar mis senderos; preparar tus caminos Señor. Estás por llegar y tu venida clama en mis desiertos conversión. Sigo necesitando purificar mi corazón en las aguas de tu misericordia y tu perdón. Llenarme del coraje de Juan, el que supo gritar la Verdad que nunca muere, aunque cueste la vida, aunque quedes a solas. Discernir los tiempos nuevos de tu Reino. Dame ser tu testigo a boca y manos llenas.

Link canción:

https://www.youtube.com/watch?v=dE2ZY2zatno

Fuente: donbosco.org.ar/youtube/google.

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